El poder de la mente
Con la posible excepción de haber sido abducido por los marcianos, mover objetos con la mente es el primer ejemplo de charlatanería que le viene a cualquiera a la cabeza. Y sin embargo ya pertenece al mundo real. Lo han logrado dos pacientes —Cathy y Bob— con unas lesiones en el tallo cerebral que les habían dejado tetrapléjicos, mudos y sin apenas forma alguna de comunicarse.
Cathy, que llevaba así desde que sufrió su percance hace 15 años, pudo mover un brazo robótico para coger un recipiente, llevárselo a la boca y beber un sorbo de café, todo ello con su pensamiento. Su sonrisa dejó petrificados a los científicos aún más que su hazaña.
Bob es un caso más reciente —lleva paralizado desde 2005— y lo hizo aún mejor en una prueba similar. Es obvio que todavía faltan muchas cosas por mejorar, pero el experimento es de los que permiten vislumbrar el futuro.
La tecnología para conectar el cerebro a una máquina ya es una realidad. Los neurocirujanos han implantado un pequeño dispositivo con 100 electrodos del grosor de un cabello en el córtex motor de los pacientes, la parte del cerebro que normalmente manda las señales a los músculos para mover el cuerpo. Esa conexión quedó cortada por los daños en el tallo cerebral, pero los pacientes todavía pueden activar su córtex motor a voluntad, como hacían antaño cuando querían moverse.
Han necesitado realizar un largo entrenamiento, de cinco años en el caso de Cathy. Los brazos robóticos que han usado son tecnología punta, pero el cuello de botella está antes de que la señal llegue a ellos: en la interpretación —o descodificación— de las órdenes enviadas por el cerebro. Es ahí donde los científicos de la Universidad de Brown consideran que hay mucho margen de mejora. Están en ello.
La inserción de electrodos en el cerebro puede resultar algo aparatosa, y los científicos esperan sustituirla con el tiempo por sistemas no invasivos, que recogen las señales cerebrales con un casco como los que se usan para electroencefalogramas. A más largo plazo, también les gustaría prescindir de los miembros robóticos y aprender a conectar las señales a los propios músculos del paciente.
Fdo: Raquel Murillo
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